Yes, 'n' how many years can some people exist
Before they're allowed to be free?
Yes, 'n' how many times can a man turn his head
And pretend that he just doesn't see? – Bob Dylan
Y hoy como que escribo con un poco de nostalgia y comienzo con esa parte de una canción de los sesenta. Tengo nostalgia, pero no como Micaela en su "añoranza por la conga" que dice que solo vive llorando por lo que no tiene; su conga santiaguera; dice que se muere, que solo quiere arrollar.
Vivo con la nostalgia de uno que ve pasar los años y celebra todos y cada uno de los días y que sí, como he dicho antes, guardo un cofre de recuerdos adorados.
Ya en otras ocasiones me he referido a los recuerdos de la niñez en Camagüey; pero (¿y es el pero de Quevedo?), es que también tengo los recuerdos de una juventud con música que no era necesariamente la de Celia Cruz y Olga Guillot. Qué afortunado el haber podido disfrutar de tan excelente juventud.
Fue la época de una nueva generación de jóvenes en Estados Unidos; no todo fue Frank Sinatra que vivió una vida completa, viajó todos y cada uno de los caminos y siempre, lo hizo a su manera. Fue un Elvis con ritmo que horrorizaba a los viejos. Cuando se presentó en televisión la primera vez, no se permitía que la cámara mostrara sus movimientos de baile, pues eran considerados que atentaban contra la moral.
Fue también una nueva "generación de canciones de protesta". La guerra de Vietnam desataba profundos conflictos y hubo parte de aquella música que reflejaba la situación social. Hubo la influencia en esa canción protesta por los derechos civiles y por multitud de otros temas. El que quería protestar, siempre buscaba la música.
Y hubo algunas que, a mí, me tocaban muy hondo. Pedro, Pablo y María (en camagüeyano) cantaban una de Bob Dylan que yo siempre relacioné con mi vida personal.
Y por ¿cuántos años puede un pueblo existir antes de llegar a ser libre?; cuantas veces puede alguien voltear la cabeza y pretender que no ve. (Peter Paul and Mary – Bob Dylan – Blowin' in the Wind)
La respuesta la encontramos en la fresca brisa que recoge la realidad de aquellos años de mocedad. Eran esos años de juventud; de pepillo con sueños de ternura y futuro, pero a la vez con aquel dolor de la patria lejana. Y hoy vuelve a despertarnos aquella dulce melodía que caló tan profundo en el corazón del que era joven, enamorado con esperanza de comenzar familia y el sueño del regreso a la patria.
Y vuelve la pregunta a sacudir la realidad. Y esa fresca brisa que trae, o que se supone nos traiga la respuesta, todavía nos deja esperando y espantados por el pueblo que aun no llega a ser libre y por los que siguen volteando la cabeza y pretendiendo no ver.
Pero bueno, es una vida feliz donde ya recibimos a una nueva generación (la definición de bisabuelos nos parece como un poco fuerte). Siempre hay la esperanza de un futuro mejor. Lo que hay es que trabajarlo.
Las raíces de nuestra generación en estas tierras de Tampa, son profundas. Hemos sido testigos y partícipes del desarrollo de nuestra comunidad y pretendemos seguir buscando solución a nuestros problemas. Sea la política local, estatal o nacional; sea la proliferación de la familia; sea el futuro de Cuba, todo nos es real y nos mueve a trabajar buscando siempre un futuro mejor para dejar una huella –ligera o profunda-, en el entorno en que vivimos.
Todavía disfruto de Sammy Davis Jr. que con su Hombre de Dulce; el Candy Man, logra separar el mañana, unirlo en un sueño, apartar el dolor y dejar solo la crema suave de la cubierta. El Candy Man puede, pues la mezcla es con amor.
Bueno, y ya como que busco final, pues he visitado rincones del alma que son reales y que dan también razón para vivir.
Quevedo es periodista cubano. Trabajó en radio, televisión y tuvo su propio periódico 'La Voz Hispana'.Para comunicarse con Quevedo: marioquevedo1@ aol.com