BRANDON — Heriberto Cortés aprendió desde muy joven que la constancia y el trabajo honesto traen buenos resultados. Cortés, boricua y de 77 años, sacó adelante a su familia, aseguró la educación de sus dos hijos (una es abogada, el otro ingeniero) y se ha mantenido como el empleado con más tiempo de servicio en el Hospital St. Joseph, de Tampa.
Nada menos que 50 años.
"Empecé en mayo de 1969 ganando $1 la hora y cuando las hermanas franciscanas, que eran muy buenas personas y siempre estaban cuidándolo a uno, se encargaban del hospital. Eran otros tiempos, porque el hospital era un edificio de no más de ocho pisos", dijo Cortés en una entrevista con CENTRO Tampa en su hogar de Brandon.
Su marca en el tiempo no pasó desapercibida. Recientemente la administración del Hospital St. Joseph reconoció el aniversario de Cortés con una reunión de camaradería. En la actividad no faltó el pastel de ocasión y las palabras de reconocimiento de familiares, compañeros de trabajo y altos ejecutivos del centro hospitalario, como Kimberly Guy, presidente del hospital.
Guy resaltó el carácter afable y la buena disposición de Cortés en cada rincón del hospital.
"Nos sentimos honrados de tener a Heriberto como parte del equipo del Hospital St. Joseph durante los últimos 50 años", sostuvo Guy en una declaración enviada a CENTRO Tampa. "Él juega un papel importante incluso en proporcionar un ambiente de recuperación para nuestros pacientes y sus familias. Su contribución al hospital durante cinco décadas es inmensa y estamos encantados de que planee seguir trabajando con nosotros".
El festejo en honor a Cortés no solo valoró el tiempo de trabajo que lleva como empleado de mantenimiento en el hospital, sino puso también sobre la mesa su calidad humana, amabilidad en el trato y buena voluntad para llevar a cabo cualquier proyecto que se le asigne, por más grande o pequeño que sea.
John Young, gerente de sistemas de instalaciones para el Hospital St. Joseph, calificó el caso de Cortés de estimulante para todos.
"Heriberto es realmente una inspiración para nuestro equipo. Él viene a trabajar todos los días con una sonrisa en la cara y está listo para abordar cualquier proyecto, desde la carpintería hasta el trabajo con azulejos", precisó Young.
Cortés dijo que su secreto ha sido estar dispuesto a todo.
"El trabajo dignifica. Así que, si hay que cambiar algo, se cambia. O si hay algo que arreglar, se arregla", comentó Cortés. "No estudié carrera ninguna, fíjate bien, pero siempre fui muy curioso y hábil con las manos. Eso me ayudó mucho".
La historia de vida de Cortés se remonta al pueblo de Aguadilla, en Puerto Rico. De familia humilde, pero trabajadora, Cortés no logró terminar la escuela secundaria, sin embargo, el trabajo y las ansias de superación lo animaron a buscar oportunidades fuera de su isla querida y dar el salto hacia Estados Unidos.
Con una mano en el bolsillo y la otra sujetando un equipaje ligero, Cortés llegó a Tampa para vivir temporalmente en casa de una hermana que residía en el área.
Blindado con las ganas de alcanzar nuevas metas, Cortés consiguió su primer empleo en el Puerto de Tampa a los pocos días de establecerse en la ciudad. Posteriormente, y a través de un amigo en común, escuchó decir que había trabajo en el Hospital St. Joseph. Sin perder más tiempo, Cortés hizo acto de presencia y obtuvo lo que buscaba: un nuevo empleo.
"El primer día lo empecé limpiando. Me dieron una cubeta de agua y me mandaron a trapear pisos. Pero al segundo día, mi jefe, que era un americano buena gente y un hombre muy observador, me dijo: 'Oiga Cortés, usted no está hecho para limpiar pisos ni para barrer, ni para nada de esas cosas sino para trabajar en mantenimiento y construcción'", recordó Cortés. "Y así fue cómo comencé, haciendo de todo un poco: electricidad, reparaciones y mantenimiento. De eso han pasado 50 años".
Cortés nació en Aguadilla, al noroeste de Puerto Rico. Vino a Estados Unidos a fines de la década del cincuenta, soltero y sin compromiso. Pero en el camino conoció a su actual esposa, la cubana Erlinda Pérez Rodríguez que llegó exiliada a Tampa junto con sus padres y tíos. La amistad entre ambos surgió cuando Cortés se ofreció a reparar el carro de los Pérez en una calurosa tarde de verano. Esa pequeña casualidad abrió las puertas al amor y a un matrimonio sólido y ejemplar que está a punto de cumplir 48 años. Pérez, de 66 años, fue una enfermera de emergencia y diálisis.
El matrimonio tiene dos hijos adultos que destacaron como estudiantes de primera línea y recibieron becas por su excelencia académica: la abogada de Tampa, Vivian Cortes, de 41 años de edad, y el ingeniero mecánico, Heriberto Jr., de 36.
"Mis hijos son mi mayor orgullo. Ellos son muy buenos y también unos padres de familia muy dedicados", dijo Cortés mientras observaba varios retratos de su familia con su esposa. "Nosotros trabajamos duro para que no les faltase nada y para que tengan una vida cómoda. La única condición que les pusimos es que fuesen buenos estudiantes y cumplan en la escuela con sus obligaciones. Y así lo hicieron".
Animado por su carácter afable y dicharachero, Cortés no es un hombre al que le guste llegar a casa y sentarse a ver televisión hasta que las ganas se lo permitan. Curioso y detallista, Cortés siempre está haciendo cosas increíbles, como reparando viejos equipos electrónicos que cualquiera pensaría que ya no sirven, ordenando sus miles de herramientas o cuidando los amplios jardines y árboles frutales que rodean su propiedad. Porque para Cortés el tiempo es oro, al igual que su trabajo, matrimonio y familia.
"Me gusta mucho lo que hago, pero déjame decirte que la vida no ha sido fácil", dijo Cortés. "Por eso es importante que los jóvenes estudien y se preparen. Pero sobre todo que traten a los demás con respeto. Por eso me llevo bien con todo el mundo".
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