TAMPA - En abril, Leonardo Begazo entró en coma y los médicos le dieron menos de 40 por ciento de posibilidades de sobrevivir en su batalla contra el coronavirus en el South Bay Hospital.
Begazo, un enfermero de 48 años, se recuperó. Hace una semana, recibió su primera dosis de dos de la vacuna contra el COVID-19.
“Finalmente llegó el momento”, dijo. “Estoy contento con todo lo que representa este paso. Es una luz al final del túnel”.
Como trabajador de atención médica de primera línea, Begazo fue uno de los primeros en la fila para el suministro, aún limitado, de la nueva vacuna Pfizer-BioNTech. Recibió la dosis en el Moffitt Center, donde trabaja, porque aún no está claro si sobrevivir al COVID-19 evita que las personas contraigan el virus nuevamente.
Begazo espera recibir su segunda dosis en aproximadamente dos semanas.
“Es el mejor regalo anticipado de Navidad que he podido recibir. Es una preocupación menos porque, aunque trabajamos y vivimos con todas las medidas de seguridad, el riesgo está ahí. No desaparece”.
Al día siguiente, Begazo sintió algunas molestias en el área donde le colocaron la inyección, es decir, en el brazo izquierdo y un dolor de cabeza que pudo aliviar con Tylenol.
“Cuarenta y ocho horas después, todo había terminado. Entonces, no hay nada de qué preocuparse. Hemos luchado y sufrido tanto con esta pandemia que un ligero dolor de cabeza no es nada”, dijo Begazo.
Hace un par de semanas, Moffitt administró aproximadamente 600 vacunas Pfizer-BioNTech proporcionadas por el Tampa General Hospital.
“Esperamos nuestro propio envío a tiempo para proporcionar a ese primer grupo de 600 su segunda dosis”, dijo Moffitt en un comunicado. “De lo contrario, TGH ha aceptado cubrirnos si no recibimos ese envío a tiempo”.
Begazo, nacido en Perú, compartió la noticia de su vacunación con amigos y familiares a través de Facebook y WhatsApp. Quería transmitirles un mensaje: la vacuna es segura y recibirla ayudará a la comunidad.
“El impacto de esta enfermedad sigue siendo una gran pregunta. Puedes enfermarte gravemente, como me pasó a mí, o tal vez no te pase nada”, dijo Begazo. “Pero eso no significa que dejemos de ser responsables y tomar las precauciones necesarias”.
Begazo pasó más de tres semanas en cuidados intensivos en el hospital de Sun City Center luchando contra una infección grave en sus pulmones. Estuvo en coma durante 10 días, entubado y conectado a un respirador. Cinco meses después, volvió a trabajar.
Su esposa, Carolina Begazo, de 48 años, oriunda de Colombia, también contrajo el virus. Fue ingresada en el Hospital South Bay dos días después de que ingresara Begazo. Pasó 24 horas en cuidados intensivos con neumonía y otra semana en observación antes de ser dada de alta.
En junio, volvió a trabajar como enfermera técnica en el Instituto de Investigación y Especialistas en Cáncer de Florida, en Tampa. Ella está en la lista de vacunación temprana por la naturaleza de su trabajo.
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Leo Begazo, 48, agarrando su estatua de Jesús, en su casa en Tampa durante mayo con su esposa Carolina, 48, y dos de sus hijos Diana, 12, y Leo Jr, 21.
Los hijos de la pareja, Leonardo Jr., de 21 años, y Diana María, de 12, también contrajeron coronavirus, pero se recuperaron relativamente rápido en casa.
Begazo planeaba viajar a Virginia con su familia para ver a sus hermanos y a su madre durante las vacaciones. Pero luego de una reunión virtual, cada uno de ellos decidió atender las súplicas de las autoridades sanitarias y quedarse por ahora en casa.
“Es doloroso porque es una fecha importante para todos pero, nuevamente, tenemos que ser responsables”, dijo Begazo. “La familia decidió reunirse el año que viene, cuando estemos todos vacunados”.