Tampa Bay Times
Traducción para CENTRO Tampa por Myriam Silva-Warren
En la primera parte: La investigación del Tampa Bay Times develó como cientos de trabajadores de Gopher Resource, una fábrica de fundición de plomo en Tampa, han estado expuestos a niveles peligrosos de neurotoxinas. Las consecuencias han sido profundas
En el corazón de la única fábrica de plomo de Florida, Teddy Ebanks Jr. trabajaba entre montones de polvo venenoso y gases nocivos.
Una noche, los vapores atravesaron su respirador. Ebanks se mareó y tuvo náuseas. Se le nubló la vista y vio doble. Luego, se desmayó.
“Me sentí como si alguien me hubiera apagado las luces”, dijo Ebanks, un ex infante de marina de 43 años de edad.
El incidente de 2013 no fue la primera vez que los trabajadores de Gopher Resource se vieron abrumados por los gases tóxicos dentro de la fábrica de la empresa en Tampa. Y no sería la última.
En la última década, cientos de trabajadores de Gopher han estado expuestos a cantidades alarmantes de venenos. Los persistentes problemas mecánicos hacían que el intrincado sistema de ventilación de la fábrica no funcionara correctamente, y los elementos clave diseñados para capturar los productos químicos estaban desmontados o apagados. Las fallas de los equipos obligaban a los trabajadores a realizar tareas peligrosas para mantener el ritmo de producción, ya que los gases y los humos metálicos se filtraban en volúmenes mayores en un espacio de trabajo turbio. Muchos llevaban respiradores que no los protegían, suministrados por la empresa .
Los reguladores federales tampoco les protegían.
La Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA) se supone que debe garantizar que las empresas proporcionen entornos de trabajo seguros. Pero la agencia reguladora ha hecho repetidamente el trabajo en Gopher permitiendo que las condiciones peligrosas persistan durante años, según una investigación del Tampa Bay Times.
La OSHA avisó ampliamente a Gopher antes de las visitas al lugar, lo que significó que la empresa tuvo tiempo de limpiar a fondo la fábrica recubierta de plomo.
La agencia envió inspectores que no detectaron pruebas de niveles peligrosos de plomo en el aire, o que cometieron otros errores críticos, incluyendo la realización de pruebas de la sustancia química equivocada después de que los trabajadores se quejaran de la alta exposición al gas.
Eso fue antes de que la OSHA dejara de inspeccionar a Gopher. La agencia no ha entrado en la fábrica desde hace cinco años.
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Teddy Ebanks Jr. colapsó mientras trabajaba en Gopher Resource. El gas de dióxido de azufre fue la posible causa.
La representante Kathy Castor, demócrata de Tampa, calificó la ausencia de reguladores en la planta como “un fracaso total, una abdicación total de su responsabilidad”.
Bajo las chimeneas de Gopher, los trabajadores extraen diariamente el plomo de unas 50,000 baterías de auto viejas y lo funden para crear nuevos bloques del metal. La planta es una de las 10 únicas de este tipo que funcionan en Estados Unidos.
Desde la última aparición de la OSHA, Gopher puso en peligro a los trabajadores en repetidas ocasiones, según muestran los documentos internos.
Los humos de plomo empeoraron en el área de la fábrica donde el metal se convierte en líquido. En 2019, casi la mitad de las lecturas de plomo en el aire en el departamento de hornos eran superiores a la capacidad de protección de los respiradores asignados a la mayoría de los trabajadores.
La empresa dejó que el polvo de plomo se acumulara y detectó niveles de dióxido de azufre potencialmente mortales al menos tres veces en diferentes partes de la planta.
Un empleado se desmayó tras inhalar productos químicos en el lugar donde se tratan las aguas residuales. Y un trabajador de mantenimiento estuvo expuesto a un nivel de plomo en el aire 15 veces superior al que podía soportar su respirador.
Otras docenas de empleados de Gopher trabajaron con niveles de plomo en el aire cientos de veces superiores al límite federal. En un momento dado, la concentración era más de 400 veces superior.
“Yo diría que esos niveles son escandalosos”, dijo el Dr. Philip Landrigan, un experto en exposición al plomo y director del Observatorio Global sobre Contaminación y Salud del Boston College.
“Esto exige una inspección de la OSHA”, dijo. “A lo grande”.
El Times examinó miles de páginas de registros de la empresa y de los organismos reguladores que detallan las condiciones inseguras en la fábrica y cómo ha respondido la OSHA. Los reporteros entrevistaron a médicos, especialistas en salud ocupacional y a más de 80 trabajadores actuales y antiguos, muchos de los cuales compartieron los resultados de las pruebas, los vídeos y las fotos tomadas dentro de la planta algunas recientes, de este año.
La primera entrega de la investigación del Times, publicada la semana pasada, mostraba que la mayoría de los trabajadores de Gopher han tenido suficiente plomo en la sangre como para correr el riesgo de sufrir una serie de problemas de salud, como hipertensión, problemas renales y enfermedades cardiovasculares.
Esta nueva entrega de la investigación ilustra por qué los problemas se han extendido durante la última década: La empresa y los reguladores han dejado que las condiciones tóxicas persistan.
Gopher no accedió a las solicitudes de entrevista para este artículo. La empresa también se negó a responder a preguntas específicas por escrito sobre la exposición de los empleados.
En una nota enviada al Times, el director de operaciones Eric Robinson dijo que Gopher está dedicada a la seguridad y que los niveles promedio de plomo en sangre de los trabajadores en Tampa están muy por debajo de las normas establecidas por la OSHA, “la autoridad reconocida para los niveles de plomo en sangre de los empleados en nuestra industria”.
Los niveles de plomo en sangre de los trabajadores de Gopher han estado por debajo de la norma de la OSHA para determinar cuándo hay que retirar a los empleados como medida de seguridad. Pero los médicos, los higienistas industriales y los funcionarios de salud dicen que el nivel establecido por la agencia en la década de 1970 es tan alto que protege más a las empresas que a los trabajadores.
“La OSHA tiene que prohibir el plomo porque no hay un nivel seguro, y punto”, dijo John Froines, que redactó la norma sobre el plomo para la agencia en 1978.
Froines, profesor emérito de la Universidad de California en Los Ángeles, afirmó que la norma no era lo suficientemente estricta cuando se aplicó hace cuatro décadas. Pero él y otros creían que era lo mejor que se podía conseguir. Desde entonces, las investigaciones médicas han demostrado que incluso los niveles más bajos de exposición continuada al plomo pueden provocar daños importantes.
Los funcionarios de la OSHA se negaron a ser entrevistados, pero respondieron a las preguntas por escrito. La agencia dijo que envía inspectores a los lugares de trabajo que se consideran más peligrosos sobre la base de una serie de factores. Gopher, según los reguladores, no ha merecido una visita según los criterios de la OSHA.
La oficina de la OSHA de Tampa también utiliza un sistema de sorteo para decidir qué empresas inspeccionan en el marco de un programa especial de aplicación de la normativa sobre el plomo que la agencia desarrolló hace más de una década. En los últimos años, Gopher no ha sido elegida.
El programa se introdujo para proteger mejor a los trabajadores estadounidenses del plomo que tenían niveles de la neurotoxina en la sangre lo suficientemente altos como para causar daños, pero por debajo del umbral que exige su retirada según las normas de la agencia de 1978.
Los niveles de plomo en sangre de 25 microgramos por decilitro y superiores “se considerarán de alta gravedad, serios y deberán ser tratados por la inspección”, según el programa especial de aplicación establecido en 2008.
La directiva no se trasladó a la oficina de la OSHA en Tampa, a unas cinco millas de la fundición de plomo.
Más de 450 análisis de sangre de trabajadores en Gopher tenían ese nivel sólo entre 2014 y 2018, según los datos obtenidos por el Times.
Ni uno solo provocó una inspección.
Los problemas persisten
Cuando Gopher, con sede en Minnesota, compró la planta de Tampa en 2006, la empresa tenía planes para transformar la fundición al aire libre en una operación cerrada de última generación. La nueva fábrica, que englobaba la ya existente, elevaría la capacidad de producción de la planta de 30,000 toneladas al año a 130,000, un aumento de cientos de millones de dólares en ingresos.
Antes de que comenzara la construcción en 2010, la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos había actualizado sus normas sobre el plomo, restringiendo la cantidad de este metal que podía liberarse en el aire de la comunidad. Eso hizo que fuera vital para Gopher controlar las emisiones dentro de la planta, a la vez que contar con un sistema de ventilación de alto funcionamiento para mantener a los trabajadores seguros en el espacio cerrado.
La construcción ni siquiera había terminado cuando se detectaron problemas mecánicos en el sistema de ventilación, según un informe de un consultor de la empresa. El polvo de plomo de otras partes de la planta se había filtrado en la zona del horno en la primavera de 2012. Las campanas de extracción diseñadas para capturar el polvo de plomo de las dos áreas del horno eran inadecuadas, señalaron los consultores.
Los esfuerzos de Gopher por evitar que el plomo saliera de la nueva planta empeoraron la contaminación en el interior. Los niveles de aire en el edificio ascendían a docenas y cientos de veces el límite federal de forma regular, según los datos de monitorización del aire de la empresa.
El sistema de ventilación no estaba preparado para la intensidad con la que funcionaba Gopher, según afirmaron antiguos ingenieros y trabajadores de control de la contaminación de la fábrica.
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Pero dentro de la fábrica, los niveles de plomo en el aire se dispararon. De 2013 a 2019, el 31 por ciento de las muestras de aire excedieron la capacidad de protección del respirador estándar. La lectura de aire promedio en el departamento de hornos...
Los problemas -con el plomo y el dióxido de azufre- se dejaron sentir con fuerza en el filtro de mangas, una zona de la planta que captura el polvo tóxico antes de que pueda escapar al vecindario.
El filtro de mangas es una estructura de tres pisos donde el polvo y los gases de escape de alrededor de la fábrica se ventilan y se dirigen a unas salas llamadas celdas. Dentro de cada celda, más de 100 bolsas de tela, con forma de tubo gigante de calcetines, cuelgan del techo al suelo. Las bolsas recogen el polvo y hay que sacudirlas para que liberen las partículas en un contenedor situado debajo de estas.
Poco después de que se instalara el filtro de mangas, los compuestos de azufre empezaron a destruir partes de la estructura, comiéndose el metal y dejando agujeros enormes. Los sistemas mecánicos de la planta para controlar el dióxido de azufre necesitaban reparaciones con frecuencia, según muestran las entrevistas y los documentos.
El óxido hacía que la función de sacudida automática del filtro de mangas fuera demasiado peligroso, según un informe. Eso significaba que los trabajadores con trajes para materiales peligrosos tenían que entrar en las celdas para sacudir y agitar a mano las bolsas cargadas de veneno, al menos dos veces por turno.
Los trabajadores, como Tevin Craig, abrían la entrada para ventilar los espacios, y sus respiradores se empañaban por el calor. Utilizaban monitores para medir los gases antes de entrar en algunas de las celdas. Si la máquina pitaba, los niveles eran demasiado peligrosos.
“Ese pequeño medidor se apagaba, chillando”, dijo Craig, que trabajó en el filtro de mangas de 2013 a 2017.
Cuando dejaba de pitar, los trabajadores se metían a limpiar las celdas. A veces, cuando el polvo se desbordaba de las bolsas, salían de las celdas con aspecto de fantasmas.
La exposición sostenida a venenos puede tener graves ramificaciones a largo plazo para la salud de los trabajadores. Y cuando los niveles de sustancias químicas se disparan, estos pueden suponer una amenaza inmediata.
Tres antiguos trabajadores del filtro de mangas describieron que se desmayaron, abrumados por el calor y los humos, durante sus turnos. Cinco describieron haber tenido episodios en los que no podían recuperar el aliento y sus corazones se aceleraban o latían fuera de ritmo.
Como las averías persistían, la necesidad de sacudir las bolsas se volvió tan desesperante que Gopher llamó a contratistas para que les ayudaran.
Jacob Clemente se llegó a la fábrica a principios de 2014 asignado a la tarea de limpiar las celdas. Tenía 19 años.
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Todavía un adolescente en ese momento, Jacob Clemente trabajaba como contratista en Gopher Resource, asignado para agitar las bolsas en la cámara de filtros. Después del 28 de febrero de 2014, nunca regresó. Clemente recuerda un incidente en el que d...
Alrededor de las 11:20 p.m. del 28 de febrero, él y otros trabajadores acababan de terminar de sacudir las bolsas cuando Clemente hizo una pausa para tomar agua. Le entraron náuseas y se aguantó las ganas de vomitar. Apoyó la cabeza para relajarse y luego se desmayó.
Se desplomó sobre el hombro de un compañero de trabajo, que trató de despertarlo. Alguien llamó al 911 e informó de que había estado convulsionando.
Clemente se desvaneció, pero recordó haber oído pasos, una sirena y a alguien diciendo: “Pónganlo de espaldas; pongan su cabeza aquí; inclínenlo”.
Se despertó en una ambulancia que lo llevaba al hospital. Los médicos creían que Clemente había estado expuesto al dióxido de azufre y posiblemente a otros gases, según los registros médicos. Le enviaron a casa con una receta para un inhalador que le ayudara con la falta de aire y las sibilancias (dificultad el respirar).
Ese turno fue el último de Clemente.
“No, no voy a volver aquí”, recuerda Clemente que pensó. “No. Mm-mm”.
Aproximadamente una hora después de que Clemente se dirigiera al hospital, se incendiaron algunas celdas del filtro de mangas.
En un correo electrónico a los reguladores medioambientales, Gopher dijo que el incendio se produjo cuando los gases fueron aspirados en el sistema de ventilación equivocado y se dirigieron a las celdas del filtro de mangas equivocadas. Más de 250 libras de plomo fueron arrojadas al vecindario, según estimaciones de la empresa.
Gopher realizó mejoras en el filtro de mangas, incluida la sustitución de los componentes corroídos por acero inoxidable. Las mejoras se completaron en 2016 y significaron que los trabajadores ya no tenían que sacudir rutinariamente las bolsas cargadas de plomo, según las entrevistas y los documentos.
Sin embargo, otras averías mecánicas obligaron a los trabajadores a realizar tareas polvorientas en distintas zonas del filtro de mangas.
El polvo que caía en las tolvas después de sacudir los sacos debía ser empujado por la maquinaria a una tubería y luego mezclado en un tanque con agua hasta que tuviera el aspecto de una leche achocolatada.
Pero el polvo se atascaba por el camino. Los trabajadores describieron cómo lo desatascaban utilizando horquillas, dejando que el polvo infundido con plomo cayera al suelo y luego echándolo con una pala en los contenedores.
En otras ocasiones, los trabajadores recogían manualmente el polvo en tolvas cuando el sistema automatizado se estropeaba. Si no había ningún contenedor para recogerlo, el polvo formaba montones que los trabajadores recogían con palas o con pequeños camiones de carga, haciendo volar las partículas.
“Te llovía en la cara”, dijo John Casteel, que trabajó en el filtro de mangas entre 2014 y 2015. “Todo tu cuerpo se cubría de plomo. Era algo que había que ver”.
El trabajo polvoriento no se limitaba al filtro de mangas. Len Vernon martilleaba los lados de una tubería en el departamento de hornos para sacudir los residuos obstruidos cuando una bocanada de humo negro, polvo y metal lo envolvió en julio de 2014.
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Len Vernon fue diagnosticado con bronquitis química aguda después de ingerir sílice, piedra caliza y acero triturado mientras trabajaba en Gopher Resource.
En la documentación relacionada con la lesión, Vernon escribió que el humo “entró en mi respirador a través de mis filtros”.
Él cambió su respirador esa noche y siguió trabajando, pero desarrolló una tos y un dolor en el pecho. Al día siguiente, no podía respirar. Acudió al hospital, donde permaneció tres días, y más tarde se le diagnosticó bronquitis química aguda, según los registros médicos. El humo que inhaló y tragó contenía sílice, piedra caliza y acero triturado.
Cuarenta y cuatro trabajadores actuales y antiguos afirmaron en las entrevistas que no siempre recibían de la empresa datos sobre el plomo en el aire que les informaran de su exposición. Cuando lo hacían, no sabían cómo interpretar las cifras. Los trabajadores suponían que el equipo de protección que se les entregaba era lo suficientemente fuerte.
Algunos trabajadores, como Larry Wheeler, dijeron que plantearon sus problemas de seguridad a la dirección de la planta, pero temían que acudir a los reguladores pusiera en peligro sus puestos de trabajo.
“Si mencionas el nombre de la OSHA por ahí, o te pones en contacto con ellos”, dijo Wheeler, un antiguo trabajador del filtro de mangas, “más vale que te despidas”.
Gopher no respondió a las preguntas específicas enviadas a la empresa sobre lo que comunicaba a los trabajadores sobre los niveles de exposición; o sobre el equipo de protección que emite; o sobre cómo reaccionaba cuando los empleados planteaban problemas de seguridad con la dirección o con la OSHA.
Los errores se acumulan
Antes de que los inspectores de la OSHA atravesaran las puertas de Gopher, cometieron errores que les costaron una visión real de las condiciones cotidianas de la fábrica.
En lugar de realizar visitas por sorpresa, los reguladores tardaron en múltiples ocasiones semanas o más en concertar una cita con los responsables de seguridad de la fábrica, lo que dio a Gopher tiempo para prepararse.
La empresa asignó a los trabajadores a tareas de limpieza intensivas antes de la llegada de la OSHA, según ocho empleados actuales y antiguos. Los trabajadores describieron directivas que iban tan lejos como ordenar el repintado del suelo de la planta, predeterminar la ruta para guiar a los inspectores por la fábrica y dar instrucciones explícitas de que sólo los supervisores hablaran con los inspectores.
Adam Risher trabajó en la planta durante cinco años en las áreas del filtro de mangas, el horno y el tratamiento del agua. Vio entrar y salir a los reguladores. Antes de una visita, recordaba que le habían indicado que ayudara a limpiar la zona de rotura de baterías, donde el suelo empapado de ácido estaba dañado.
Risher dijo que los supervisores dejaron claro que la limpieza era para una próxima visita de la OSHA.
“La razón por la que nos lo dijeron fue porque podrían cerrarnos”, dijo Risher. “Podrían cerrarnos y todos no tendríamos trabajo. Así que cuando nos dicen eso, por supuesto que todos estamos motivados. Todos necesitamos trabajar; todos tenemos una familia que cuidar”.
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Protección inadecuada: Gopher ha proporcionado a la mayoría de los empleados un respirador purificador de aire estándar que cuesta alrededor de $ 150 y usa filtros que deben reemplazarse regularmente como el de la foto.
La OSHA dijo que los inspectores no suelen avisar a las empresas de que van a venir a menos que tengan que organizar la logística para las pruebas químicas o las reuniones de seguimiento, lo que han hecho en tres ocasiones con Gopher. Esto ocurrió después de que los trabajadores se quejaran a la agencia por el gas de dióxido de azufre.
En la planta, el dióxido de azufre se libera durante múltiples pasos de producción, incluso cuando el plomo se funde en los hornos.
La corriente de gas fluye hacia los conductos y a través de múltiples sistemas de filtrado, diseñados para reducir las emisiones antes de que salgan de la chimenea de 130 pies de la planta.
En zonas mal ventiladas, según las autoridades sanitarias federales, la exposición al dióxido de azufre puede provocar asfixia. El gas puede provocar náuseas, vómitos e irritación de los ojos, la nariz, la garganta y la piel, así como problemas respiratorios duraderos.
Los trabajadores habían tratado de llamar la atención de la OSHA en 2011 presentando una queja, pero eso no llegó a ninguna parte. Así que volvieron a ponerse en contacto con la agencia.
“Ya hemos presentado esta misma queja y no se hace nada”, escribieron los trabajadores. “Esto lleva 4 meses y lo único que les importa es tener la producción. Hoy, de hecho, lo han empeorado cerrando nuestra ventilación porque estaba afectando a otras partes de la planta.”
Tras recibir la segunda queja, la inspectora Lizbeth Troche tardó dos meses más en visitar la planta, después de intercambiar correos electrónicos de programación con Gopher.
El día después de que Troche fijara la fecha de su inspección, la responsable de seguridad y salud medioambiental de la planta, Angela Fogarty, se reunió con los responsables de la fábrica. Dijo al grupo que los problemas de ventilación debían solucionarse el 5 de marzo, nueve días antes de que el inspector de la OSHA se presentara, según las actas de la reunión. También se habló de la necesidad de que los supervisores recibieran más formación sobre el dióxido de azufre.
El 14 de marzo, Troche acudió a la fábrica. Dos trabajadores fueron conectados a monitores de aire para recoger muestras.
Uno de ellos era Ricky Bartels, que conocía bien el problema del dióxido de azufre. El gas le hacía arder los ojos y las fosas nasales y le cerraba la garganta. Un sarpullido rojo y espinoso se extendió por su piel, dejando una sensación de alfileres y agujas.
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Ricky Bartels lidió con los efectos de la exposición al dióxido de azufre en 2012 mientras trabajaba en Gopher. Así que le sorprendió cuando un inspector de OSHA, en cambio, quiso hacer una prueba de ácido sulfúrico, el químico equivocado.
Bartels dijo que el gas era tan abrumador que se filtró en una sala de ordenadores, donde los trabajadores tuvieron que apuntar con un ventilador para expulsarlo. Dijo que los problemas mecánicos habían permitido que el gas se acumulara en diferentes puntos durante meses.
Pero cuando llegó Troche, dijo Bartels, un supervisor de la planta le dijo que iban a medir un producto químico diferente, el ácido sulfúrico.
“¿Están preocupados por esto?”, recordó haber comentado a un compañero de trabajo. “Deberían preocuparse por el SO2 (dióxido de azufre) f-----g que nos está gaseando”.
Bartels, quuien dejó la fábrica en 2013, dijo que no dijo nada a los supervisores o al inspector porque necesitaba su trabajo.
La OSHA dijo al Times que el inspector se centró en el ácido sulfúrico basándose en la comprensión de la agencia de cómo funcionaba el proceso de producción en Gopher.
Tres higienistas industriales dijeron que si los trabajadores se quejaban del dióxido de azufre, no tenía sentido que el inspector hiciera la prueba del ácido.
“Esa no era la opción correcta”, dijo Rachael Jones, higienista industrial y profesora de la Universidad de Utah. “No medirías uno, cuando querías encontrar el otro”.
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Ricky Lawrence Bartels, un ex empleado de Gopher Resource, afirma que su entorno de trabajo en Gopher lo dejó con una afección de la piel que le causa erupciones, sequedad y enrojecimiento.
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Ricky Lawrence Bartels, un ex empleado de Gopher Resource, afirma que su entorno de trabajo en Gopher lo dejó con una afección de la piel que le causa erupciones, sequedad y enrojecimiento.
Troche, que sigue trabajando en la OSHA, no respondió a las múltiples solicitudes de comentarios. En una carta del 9 de abril de 2012, escribió al trabajador que se había quejado: “No se detectaron niveles de ácido sulfúrico. No se emitió ninguna citación”.
El inspector tomó la muestra del producto químico equivocado y luego cerró el caso.
Un año después, Teddy Ebanks Jr., el ex marine, sufrió un colapso. Dióxido de azufre, la causa sospechosa.
Meses después, Clemente, el trabajador contratado de los filtros de mangas, se desmayó. Dióxido de azufre, de nuevo la causa sospechosa.
Cuando la OSHA volvió en diciembre de 2014 a investigar la exposición al plomo tras una denuncia, la agencia cometió más errores críticos.
La inspectora de la OSHA Olja Correa recorrió la fábrica con los responsables de seguridad de la empresa y vio los datos de monitorización del aire de un año, según las notas.
En aquel momento, las pruebas indicaban que la empresa registraba regularmente lecturas de plomo en el aire decenas y cientos de veces por encima del límite federal. Ese año, en el horno, más de un tercio de las lecturas eran demasiado altas para el respirador asignado a la mayoría de los trabajadores.
Apenas unos meses antes, en junio de 2014, la cantidad de plomo en el aire había alcanzado niveles que ponían en peligro la vida de los trabajadores en el filtro de mangas. El cadmio, un metal pesado vinculado al cáncer de pulmón y de próstata, se registró cientos de veces por encima del límite federal.
El informe de Correa es tan escaso que no está claro si recorrió el filtro de mangas durante su visita, y la OSHA no quiso decir si lo hizo. Su informe sólo dice que “observó el proceso de reciclaje de las baterías”.
Correa dio a Gopher una semana antes de volver para realizar su propio control del aire.
Cuando Correa volvió, colocó pequeños dispositivos de control en los uniformes de al menos tres empleados. Los trabajadores fueron seleccionados por los directivos de la empresa, según un empleado con conocimiento directo de la visita. Uno de los trabajadores elegidos a dedo, que debía representar las condiciones dentro del proceso de rotura de baterías de Gopher, pasó sus días trabajando al aire libre, donde las condiciones eran más seguras.
El manual de inspección de la OSHA indica que los inspectores deben realizar pruebas a los trabajadores más expuestos. Las cantidades que Correa midió no se acercaban a las que Gopher había registrado en sus propios archivos.
Las normas federales permiten que los trabajadores estén expuestos a 50 microgramos de plomo por metro cúbico de aire como promedio en un turno de ocho horas.
El nivel más alto de plomo en el aire que Correa registró durante la inspección federal fue de 738 microgramos por metro cúbico en la zona del horno. Esta cifra estaba por encima del límite federal, pero 10 días antes, los datos internos de la planta mostraban lecturas casi 20 veces superiores.
Correa no evaluó el sistema de ventilación de la planta, según los registros.
La inspectora y sus supervisores decidieron no emitir citaciones, señalando en su informe que Gopher estaba tratando de controlar la exposición al plomo.
Correa dijo al Times que no recordaba los detalles de su visita a Gopher, pero que había realizado cientos de inspecciones para la agencia.
Horas antes de que la OSHA cerrara el caso, el 4 de marzo de 2015, los datos de la empresa mostraron que la cantidad de plomo en el filtro de mangas de la planta superaba una vez más los niveles peligrosos para la vida. La concentración se midió en más de 200,000 microgramos por metro cúbico.
Los reguladores no han vuelto a medir el plomo en la fábrica.
Citaron a la empresa en 2015 por una lesión por amputación, tras el aplastamiento de la yema del dedo de un trabajador. Ese mismo año realizaron una inspección de seguridad de las carretillas elevadoras y no impusieron ninguna multa.
En mayo de 2016, un trabajador presentó otra queja a la OSHA sobre los niveles de dióxido de azufre. El empleado dijo que los trabajadores sufrían dolores de cabeza y que el sistema para controlar las emisiones de azufre se había apagado para repararlo. La planta seguía funcionando y produciendo plomo de todos modos, según la denuncia.
El empleado no especificó dónde se producían las altas exposiciones, pero dijo que el olor a azufre era fuerte en el exterior, incluso a 200 pies de distancia.
Al mes siguiente, la inspectora de la OSHA Linette Pruna-Padilla visitó la planta para realizar un control del aire. Pero limitó sus pruebas al exterior, escribiendo que una chimenea era la única fuente posible de emisiones.
Los niveles elevados de dióxido de azufre se habían producido en el interior de la fábrica, en el filtro de mangas y en la zona de tratamiento de aguas, según las entrevistas y los documentos de la empresa.
Pruna-Padilla omitió ambos.
Los niveles de dióxido de azufre en el aire exterior estaban por debajo del límite federal, según determinó. No se impusieron multas.
Pruna-Padilla se negó a responder a las preguntas cuando un periodista se presentó en su puerta.
Esa fue la última queja de un trabajador que la agencia investigó. Y esa inspección, hace cinco años, fue la última vez que la OSHA envió a alguien a Gopher.
Desaparecidos en acción
La OSHA ha perdido cientos de oportunidades de inspeccionar la fábrica Gopher.
En el marco de un programa especial, desarrollado en 2008 para reforzar la protección de los trabajadores, la agencia dijo que los reguladores inspeccionarían los lugares de trabajo en los que supieran que un solo trabajador tenía un nivel de plomo en sangre de 25 microgramos por decilitro o superior. Este tipo de niveles se ha relacionado con graves problemas de salud.
Más de 450 pruebas de plomo en sangre de trabajadores en Gopher alcanzaron ese nivel entre 2014 y 2018, según los datos analizados por el Times.
Len Vernon, el trabajador del horno, estaba entre ellos cuando conducía un camión cargador con una cabina no cerrada, recogiendo plomo de un área de almacenamiento y dejándolo caer en un recipiente para alimentar el horno. Un penacho de polvo salía disparado hacia él cuando el plomo entraba en la tolva.
“Estás expuesto al polvo todo el tiempo”, dijo Vernon, que registró una prueba de plomo en sangre por encima de 30, su máximo en Gopher, en 2017.
El nivel de plomo en sangre de Anil Eglais superó los 30 microgramos por decilitro mientras trabajaba en la refinería de la planta, donde el plomo fundido se purifica en calderas.
David Hill Jr. tuvo un nivel medio de plomo en sangre de 25 a lo largo de sus tres décadas de carrera y sus pruebas superaron los 30 mientras trabajaba en algunas de las zonas más polvorientas de la fábrica.
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Una tubería de ventilación está parcialmente obstruida por el polvo en 2021. Los trabajadores dicen que este tipo de obstrucción puede obstaculizar el sistema y las tuberías rara vez se han limpiado.
La OSHA dijo que la agencia no tenía conocimiento de ninguna de las pruebas superiores a 25. Y así, se sucedieron más de 450 ocasiones en las que la agencia debería haber inspeccionado la planta.
Desde que los reguladores de la OSHA se ausentaron de Gopher, las violaciones de las normas y los problemas mecánicos que ponían en peligro a los empleados se acumularon en la fábrica mes tras mes. Los consultores de Gopher encontraron problemas que la OSHA no encontró.
En abril de 2017, Gopher contrató a unos consultores para que evaluaran su sistema de ventilación. Encontraron partes del sistema gravemente degradadas y obstruidas. Observaron que Gopher había retirado las campanas de extracción diseñadas para capturar los humos de plomo. Otras campanas eran demasiado pequeñas. Ambos problemas permitían que las emisiones se derramaran alrededor de los trabajadores.
En su informe, los consultores incluyeron una imagen de los gases contaminantes que salían del horno.
En junio, se envió un boletín por correo electrónico a docenas de supervisores de Gopher después de que la empresa descubriera niveles de dióxido de azufre potencialmente mortales en el departamento de tratamiento de aguas. Los gases se dispararon durante más de tres horas. El gas alcanzó niveles más de cuatro veces superiores al límite federal en el cuarto de computadoras del departamento.
Los niveles superaron el factor de protección de los respiradores de los trabajadores, según el correo electrónico. Un fallo mecánico continuo y repetido fue el culpable.
En agosto, los trabajadores de los departamentos de hornos y refinería estaban sobreexpuestos al plomo. La empresa había contratado a unos consultores para que evaluaran la exposición de los empleados y descubrieron que un tercio de los 40 trabajadores de los hornos y la refinería a los que se les había hecho la prueba llevaban respiradores que no eran lo suficientemente buenos.
Uno de los trabajadores se encontró con una concentración de plomo en el aire más de ocho veces superior a la que podía proteger su respirador. El nivel era 436 veces el límite federal de plomo en el aire.
“Obviamente, si la OSHA hubiera venido y realizado ese control, habría sido una citación automática”, dijo Jerry McCaslin, que preside un comité de la Asociación Americana de Higiene Industrial centrado en la calidad del aire interior.
McCaslin, que trabaja en una fundición del estado de Washington, dijo que las exposiciones eran tan elevadas que podrían haber justificado el cierre de las operaciones por parte de la OSHA mientras se realizaban las correcciones.
Los consultores, que hicieron el seguimiento para la empresa, dijeron a Gopher que se asegurara de que los trabajadores tenían el equipo adecuado para las condiciones a las que se enfrentaban.
En noviembre se volvieron a detectar niveles de dióxido de azufre potencialmente mortales en la zona de tratamiento de aguas. La empresa evacuó a los contratistas. En virtud de una política desarrollada meses antes para cuando los niveles de gas se disparaban, los empleados podían entrar en el espacio durante un tiempo limitado usando respiradores con tanque de aire.
Ese mismo mes, otro grupo de consultores encontró demasiado polvo de plomo amontonado en la fábrica.
En el departamento de hornos, más del 40% de las pruebas de plomo en el aire superaron el nivel de protección de los respiradores asignados a la mayoría de los trabajadores en 2017, según un análisis del Times.
Al año siguiente, se acumularon más peligros.
En abril de 2018, mientras trabajaba en el área de tratamiento de agua, un empleado perdió el conocimiento tras inhalar productos químicos, según un registro de lesiones.
Pero la causa específica, y el nombre químico, no se registraron.
Hasta ese mes de agosto, el laboratorio que Gopher utilizaba para probar la calidad del aire analizaba los resultados de forma incorrecta, para el suelo en lugar del aire. Gopher no se dio cuenta durante seis meses, a pesar de que la OSHA exige el mantenimiento de datos trimestrales.
Ese otoño, una vez que los datos de plomo en el aire fueron analizados correctamente de nuevo, se midió una lectura cientos de veces por encima del límite federal en el departamento de hornos.
En 2019 se encontraron más problemas.
En marzo, el dióxido de azufre y el monóxido de carbono alcanzaron niveles potencialmente mortales en el departamento de hornos, según los datos de la empresa.
Ese verano, Gopher descubrió que al menos ocho trabajadores -en los departamentos de hornos, refinería y mantenimiento- habían estado expuestos a niveles de plomo en el aire más allá de la capacidad de protección de sus respiradores, según las cartas que escribió la empresa. La exposición de un trabajador fue 15 veces superior a la protección máxima de su dispositivo.
Una lista de septiembre de 2019 obtenida por el Times muestra que a ninguno de los trabajadores sobreexpuestos se le había asignado un respirador mejor en ese momento. De los más de 200 trabajadores incluidos en la lista, cuatro tenían respiradores más potentes que protegerían contra los altos niveles de plomo. El resto no los tenía.
Las instantáneas tomadas por los trabajadores del interior de la planta en 2019 captan el polvo con plomo que cubre el suelo en el departamento de hornos. Un vídeo muestra los humos que salen del horno y que rodean al conductor de un camión de carga.
En el departamento de hornos, el 46% de las muestras de aire superaban la protección de los respiradores asignados a la mayoría de los trabajadores en 2019, el porcentaje más alto desde la última vez que la OSHA estuvo en la fábrica, según el Times.
Las fotos de 2020 muestran el polvo que se acumula encima de las tuberías y los humos del horno que crean una espesa niebla en el área de trabajo hasta el punto de limitar la visibilidad.
Una foto de principios de este año muestra el polvo con plomo que obstruye parte de una tubería de ventilación como una placa que obstruye una arteria. Los trabajadores dicen que las tuberías que salen de uno de los hornos rara vez se habían limpiado y la acumulación de polvo impedía el funcionamiento del sistema.
En los 1,761 días transcurridos desde la última visita de la OSHA, la empresa y los consultores que contrató documentaron más de dos docenas de posibles violaciones, además de los cientos de pruebas de plomo en sangre que justificaron la inspección.
La OSHA no tenía conocimiento de ninguna de ellas.
- Esta historia es parte de una colaboración con FRONTLINE, la serie de PBS, a través de su Iniciativa de Periodismo Local, que es financiada por la Fundación John S. y James L. Knight y la Corporación para la Radiodifusión Pública.
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