Por Mario Quevedo
Especial para CENTRO Tampa
Hoy es justo y hasta algo necesario revisar los elementos que bordean nuestras vidas. La libertad, la violencia y el miedo. Elementos que en los últimos tiempos como que se actualizan.
Sin lugar a dudas vivimos y disfrutamos de una sociedad que combina los mejores elementos de esta configuración. Tenemos libertad, tenemos violencia y hasta sufrimos en algunos momentos de miedo, o por lo menos una cierta incertidumbre.
La libertad que encontramos en la sociedad que nos permite hablar cómodamente y/o cambiar el canal de televisión que estemos viendo o las noticias que recibo, es algo a lo que tenemos que rendir homenaje diariamente. Cuantas naciones y cuantos pueblos no tienen este privilegio.
Si, ya sé que llegarán algunos a indicarnos situaciones en otras sociedades y nos tratarán de vender aquellos resultados como medios de los que tenemos que aprender. Sin embargo, por mucho que traten, no podrán comparar aquellas libertades que aquí disfrutamos.
Podemos decir que la prensa es muy “liberal” y que solo se empeña en resaltar problemas. Pero (el pero de Quevedo), ¿quién niega el derecho al bando contrario a invertir lo necesario para plantear y defender la otra cara de la moneda? Nada, todos tenemos derecho y a veces falta el estímulo de un poco de sacrificio para cantar nuestras verdades. Hasta Chicho hace de las suyas y aprieta cuando de verdad quiere hacerse sentir. Eso es parte de la vida en una sociedad libre.
Ahora bien, esa libertad también puede ser utilizada -hasta con cierta impunidad- por los que pretenden atemorizarnos al mantener lo que nosotros consideremos nuestras verdades.
De esto hemos sido testigos en los últimos meses al ver demostraciones violentas en calles de nuestras ciudades. Es verdad que también hemos visto protestas sin violencia -pacíficas- en muchos momentos y, sin lugar a dudas, en muchas ocasiones violencia ocasionadas por errores/horrores/equivocaciones cometidas por oficiales de la policía o políticos en posiciones de poder.
Al igual que no puedo aceptar a un policía que abuse o de muerte casi en sangre fría a una persona, tampoco puedo aceptar que eso se utilice como excusa para salir a la calle en protestas que llevan a enfrentamientos violentos, destrucción de propiedad y saqueos de aprovechados.
Una sociedad violenta donde se pide públicamente, no un mejor entrenamiento de la policía, sino simplemente la supresión del departamento eliminando la accesibilidad a los fondos necesarios para su funcionamiento, solo lleva a racionalizar la necesidad del individuo común, el civil, a adquirir armas que luego pueda utilizar con la excusa de su “defensa personal”. La gran mayoría de las veces sin tener el adiestramiento necesario.
El oficial de policía tiene una responsabilidad especial, es una realidad que no se puede olvidar. Cuando tengamos un ladrón armado en nuestra casa atacándonos, no pensamos en llamar al Pastor de la Iglesia para que le predique las bondades del evangelio. Buscamos a una figura de autoridad que pueda salvarnos; a veces poniendo en juego su propia vida. Ellos siempre están dispuestos al sacrificio en nuestra defensa.
Sé que estas son situaciones exageradas y que pueden ser consideradas como irreales. Sin embargo, parece que aceptamos las demandas callejeras sin tratar de buscar soluciones.
Y ahora, al miedo que parece acompañarnos en los últimos tiempos. Miedo a lo desconocido que representa una vida en cambio. Un cierto miedo a esa sociedad donde recibimos la mayor parte de nuestra información por medios populares de comunicación que no tienen las fuentes necesarias para verificar los detalles reales. El rumor se convierte en realidad y la mentira puede pasar a ser nuestra verdad.
Temor cuando vemos en los medios de comunicación demostraciones violentas donde queman y roban casi impunemente pues la policía como que tiene temor a enfrentarlos. Si, sé que hay razón para muchas de esas protestas y yo siempre, siempre he mantenido que nuestra sociedad nos ofrece la oportunidad de “demostrar” y “protestar” con el voto. Hasta yo he aprendido eso y siempre lo he mantenido. Siempre he dicho que la fuerza del voto es superior a la fuerza de la llama destructora. Por mucho que se quiera tratar de justificar esa violencia por las injusticias pasadas, yo no puedo simplemente aceptar esos razonamientos.
Yo no puedo ser así. Acepto vivir con las limitaciones que me impone la edad y, sin embargo, no llego a aceptar callado esta situación. Y Señor, todo esto sin contar la pandemia que nos azota y nos impide mantener una vida normal. Aislados en casa y “protegidos” por esa capa que nos cobija.
Yo aspiro y creo que todos anhelamos vivir con tranquilidad. En libertad, sin temor y sin el castigo de la violencia. Reconocer las necesidades del prójimo y hacer lo necesario para mejorar el entorno es una obligación que nos tiene que mover sin amedrentarnos.