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Fotos cortesía de Rosa Da Silva/Ing. Mario Parra/ Hilda Luque
Mario Parra, originario de México, decidió emigrar a Estados Unidos en la década de 1970 debido a la inestabilidad política y económica en su país de origen.
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Fotos cortesía de Rosa Da Silva/Ing. Mario Parra/ Hilda Luque
Rosa Da Silva llegó a Estados Unidos en 2005, embarazada y con la esperanza de encontrar un nuevo comienzo lejos de la inestabilidad política y social en Venezuela. Encontró trabajo como niñera y más adelante logró establecerse en Estados Unidos y alcanzar el Sueño Americano.
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Fotos cortesía de Rosa Da Silva/Ing. Mario Parra/ Hilda Luque
Hilda Luque, residente del Condado Pinellas, proviene de una familia de clase media en Guayaquil y comenzó a viajar a Nueva York a los 7 años, utilizando sus visitas para aprender el idioma y familiarizarse con la cultura estadounidense. Luego se enamoró y se estableció en el país.
Para aquellos que tuvieron que superar obstáculos en el camino hacia la ciudadanía estadounidense, el Día de la Independencia es un símbolo de las oportunidades y libertades que han encontrado en los EE. UU.
En este día, los estadounidenses se reúnen para celebrar el amor por su patria. Lanzan fuegos artificiales, ondean banderas y comparten hamburguesas y perritos calientes.
Sin embargo, para aquellos que superaron obstáculos y luchas en su camino hacia la ciudadanía estadounidense, el día puede tener un significado más profundo.
CENTRO Tampa habló con tres de estas personas: Mario Parra, un ingeniero que reside en Land O’ Lakes; Rosa Da Silva, venezolana y ex trabajadora del servicio de inmigración de EE. UU., residente de Holiday; y Hilda Luque, una trabajadora independiente ecuatoriana que reside en el condado de Pinellas.
Ellos compartieron sus experiencias como migrantes en búsqueda de nuevas oportunidades y de las libertades que tiene Estados Unidos. Cada uno tuvo una trayectoria única, pero están unidos por el deseo de alcanzar el sueño americano y proporcionar un mejor futuro para sus familias.
Primeros pasos
Mario Parra, originario de México, decidió emigrar a Estados Unidos en la década de 1970 debido a la inestabilidad política y económica en su país de origen.
"En ese momento, había muchos disturbios estudiantiles en México, y era imposible estudiar o trabajar tranquilamente", recuerda.
A los 19 años, decidido a seguir una carrera en Ingeniería Civil, investigó acerca de recintos educativos que ofrecieran la oportunidad y decidió establecerse en la Universidad de Kentucky.
Llegar a Estados Unidos fue todo un desafío para Parra, especialmente debido a la barrera del idioma. "Tuve que aprobar la prueba de inglés como segunda lengua (TOEFL) para ser aceptado en la universidad", explicó.
A pesar de los obstáculos económicos y de movilidad, Parra se mantuvo firme en su objetivo, trabajando y estudiando simultáneamente hasta graduarse en 1977. Su tenacidad y esfuerzo le permitieron establecerse profesionalmente y formar una familia en Estados Unidos.
Después de terminar su carrera y con un hijo nacido en el país, tenía derecho a solicitar la ciudadanía. Sin embargo, la decisión no fue inmediata, ya que Parra consideraba si regresar a México o quedarse en Estados Unidos. La posibilidad de obtener la doble ciudadanía facilitó su decisión, iniciando el proceso a finales de la década de 1980 durante un período de amnistía bajo el presidente Ronald Reagan. Este período coincidió con el bicentenario de Estados Unidos, lo que aumentó el orgullo de Parra y su deseo de ser parte del país.
"El 4 de julio representa muchas cosas para mí; tiene un significado especial. Mi primera esposa y yo nos preparábamos para convertirnos en ciudadanos, pero desafortunadamente, ella falleció durante el proceso, precisamente el Día de la Independencia", dijo.
A pesar de la tristeza de perder a su primera esposa durante los trámites, Parra logró su ciudadanía, un momento que describió como de gran orgullo y satisfacción.
Más tarde, su nueva esposa y uno de sus hijos también obtuvieron la ciudadanía, consolidando su integración y futuro en Estados Unidos.
Parra se mudó a Tampa en 1988 como parte de una expansión de la empresa de ingeniería para la que trabajaba. La compañía decidió abrir una oficina en el área y ofreció a sus empleados la oportunidad de mudarse. Atraído por la promesa de un clima cálido y un entorno más relajado, Parra decidió aceptar la oferta.
"Desde que llegué a Tampa, siento que estoy de vacaciones todo el tiempo", dijo Parra, quien ha vivido en la ciudad desde entonces. Este movimiento marcó el comienzo de una nueva etapa profesional para el ingeniero y un nuevo capítulo en su vida personal y familiar.
Entre sus proyectos notables en Tampa se encuentra el de su trabajo en la intersección de la I-75 y la State Road 56 en el condado de Pasco, un proyecto complejo que tomó cuatro años completar, obra en la que Parra sirvió como ingeniero de registro. Además, participó en la construcción del icónico Puente Howard Frankland y numerosos proyectos de infraestructura pública en los condados de Hillsborough y Pinellas. Su contribución al desarrollo urbano de Tampa es significativa, habiendo tenido en sus manos proyectos que han mejorado la conectividad y la calidad de vida en la región.
Una salida apresurada
Rosa Da Silva llegó a Estados Unidos en 2005, embarazada y con la esperanza de encontrar un nuevo comienzo lejos de la inestabilidad política y social en Venezuela.
"La insatisfacción con el modo de vida en Venezuela y la situación de mi empleo público me impulsaron a buscar algo nuevo", dijo Da Silva. Trabajaba como maestra en su ciudad natal y fue despedida tras la publicación de la famosa "Lista Tascón" en 2004, un documento que contenía las identidades de aquellos ciudadanos venezolanos que buscaban revocar el mandato del presidente Hugo Chávez.
Da Silva enfrentó múltiples desafíos al llegar, desde encontrar trabajo como niñera hasta adaptarse a un nuevo sistema educativo para sus hijos. Inicialmente llegó a Nueva York, luego se mudó a Miami y tuvo la oportunidad de estudiar y comenzar a trabajar en el servicio de inmigración de EE. UU. después de enfrentar varios desafíos laborales. Ingresó al sector en 2015, trabajando en un refugio de emergencia en Homestead, que recibía a niños inmigrantes no acompañados que provenían desde Centroamérica y México.
Este refugio operaba bajo supervisión federal, y para trabajar allí, Da Silva tuvo que aprobar varios exámenes y cumplir con requisitos específicos, incluyendo el dominio del inglés y el español. Su dedicación y experiencia previa, combinadas con su capacidad para comunicarse eficazmente en ambos idiomas, le permitieron integrarse al equipo de inmigración y contribuir significativamente al cuidado y procesamiento de estos niños migrantes.
Recuerda que el proceso de convertirse en ciudadana estadounidense no fue fácil. Da Silva mencionó los nervios y la ansiedad que sintió al prepararse para el examen de ciudadanía.
"Pensé que no tenía suficiente inglés para aprobar la evaluación, pero todo salió excelentemente", dijo.
Sin embargo, con determinación y el apoyo de cursos de ciudadanía, superó sus miedos y finalmente se convirtió en ciudadana en 2015. Este logro no solo proporcionó estabilidad para ella y su familia, sino que también le permitió traer a sus padres a vivir con ella en Estados Unidos.
Comenta que, al llegar al país, experimentó una diferencia significativa respecto al respeto a los derechos laborales, incluso durante su embarazo, y a la accesibilidad de los servicios básicos y educativos. Valora profundamente la seguridad y la libertad de expresión, destacando que en Estados Unidos se puede vivir sin miedo y con la certeza de que sus hijos tendrán un futuro lleno de oportunidades. Esta comparación resalta el sentido de libertad y dignidad que ha encontrado en su nueva vida que dista de las limitaciones que debió atravesar en Venezuela.
"Mis hijos se han criado sin olvidar sus raíces venezolanas. De hecho, durante una celebración del 4 de julio, hicimos arepas para comer en familia. Vivimos ambas culturas y es hermoso compartir tantas tradiciones en un mismo lugar", afirmó Da Silva.
La resiliencia de Hilda Luque
Hilda Luque, de Ecuador, tuvo una relación de larga data de viajes con Estados Unidos, visitaba el país desde joven para practicar inglés. Proveniente de una familia de clase media en Guayaquil, Luque comenzó a viajar a Nueva York a los 7 años, utilizando sus visitas para aprender el idioma y familiarizarse con la cultura estadounidense.
"Me quedé principalmente en Nueva York porque tengo una hermana allí", dijo Luque. Después de completar sus estudios en Administración Hotelera en Ecuador, un desacuerdo con su padre la llevó a decidir quedarse permanentemente en Estados Unidos a los 27 años.
Luque llegó con una visa de turista, planeando quedarse por seis meses. Sin embargo, la vida tenía otros planes para ella, al conocer al padre de su hija. Fue, entonces, cuando decidió establecerse en Nueva York. Recuerda que la gran comunidad latina de la Gran Manzana y Nueva Jersey facilitó su proceso de adaptación, especialmente en el ámbito gastronómico, permitiéndole encontrar fácilmente ingredientes y productos de su país de origen, aunque siempre extrañaba el sabor y la sazón original de la comida ecuatoriana.
"La comida en Ecuador es una cosa increíble", subrayó.
Sin embargo, el clima fue uno de los mayores choques para Luque. Acostumbrada al calor de Guayaquil, adaptarse al frío de Nueva York no fue fácil.
"La nieve es hermosa cuando la ves en las películas, pero cuando tienes que lidiar con ella, día a día, no es tan agradable", dice.
No obstante, el mayor desafío fue pasar de estar de vacaciones a establecerse permanentemente, lo que implicó enfrentar las dificultades comunicacionales de tener fluidez con el nuevo idioma y la incertidumbre acerca de su estatus migratorio.
"He estado en todas las caras de la moneda. Llegué con una visa de turista, luego estuve ilegal, luego me convertí en residente legal y finalmente me convertí en ciudadana", explica. Durante este proceso, enfrentó el miedo de no tener papeles y la falta de conocimiento en relación con los programas de ayuda disponibles, como fue el caso del Medicaid de emergencia que podía utilizar como visitante para su trabajo de parto. Afirma que lo principal es conocer tus derechos y a los programas a los que se pueden aplicar estando en el país.
Cansada de la ajetreada vida neoyorquina y ya establecida en la costa oeste de Tampa, desde hace tres años, la ecuatoriana ha encontrado un refugio tranquilo y seguro en esta ciudad. Trabaja como contratista independiente para Instacart y Amazon Flex, lo que le permite gestionar su tiempo y estar presente para su familia. A pesar de los desafíos, se siente agradecida por las oportunidades que ha encontrado en Estados Unidos y el futuro prometedor que vislumbra para su hija.
Luque, quien padece artritis reumatoide, dijo que hay una gran diferencia entre el acceso a medicamentos en Estados Unidos y su país de procedencia. En Estados Unidos, su tratamiento que cuesta alrededor de $5,000 por mes, es cubierto por el gobierno, permitiéndole así recibir su medicación directamente en la puerta de su casa cada mes. En Ecuador, el mismo medicamento es difícil de obtener y solamente llega a través del estado aproximadamente cada seis meses, lo cual no era suficiente para sus requerimientos mensuales en cuanto al tema de la salud.
"Eso para mí es la libertad", afirma Luque, enfatizando cómo el sistema de salud estadounidense le permite mantenerse sana y productiva.
Celebrando el Día de la Independencia
Para Parra, Da Silva y Luque, el 4 de julio es más que una celebración nacional; es un símbolo de las oportunidades y libertades que han encontrado en Estados Unidos. Parra recuerda con emoción los picnics familiares y fuegos artificiales, además de la forma cómo ha podido integrar estas tradiciones con las costumbres mexicanas. Da Silva, por su parte, celebra la festividad con su familia, viendo los fuegos artificiales y compartiendo con los vecinos.
"Este país me ha enseñado la verdadera libertad y la importancia de respetar las leyes y vivir en armonía", dijo. La oportunidad de expresarse libremente y vivir en un entorno seguro es algo que valora profundamente.
Entretanto, Luque destaca la importancia de la libertad y las opciones de un futuro mejor para su familia, especialmente para su hija.
"Ver a mi hija cantar el himno nacional y saber que tiene un futuro lleno de oportunidades aquí es invaluable", dijo. Para Luque, la seguridad y estabilidad que ha encontrado en Estados Unidos son aspectos esenciales para vivir en libertad.
Gratitud, trabajo duro y el sueño americano
Según estos tres hispanos, el concepto de libertad en Estados Unidos va más allá de lo que imaginaron.
Parra destaca la importancia de la seguridad económica y las oportunidades educativas que el país ofrece. "Aquí he podido desarrollar mi carrera y proporcionar un mejor futuro para mis hijos y nietos", dice. La posibilidad de tener doble ciudadanía le permite mantener sus raíces mexicanas mientras disfruta de las ventajas de ser ciudadano estadounidense.
Por otra parte, Da Silva, aprecia la libertad de expresión y la posibilidad de que sus hijos puedan construir una vida digna.
"En Venezuela, me sentía limitada y sin oportunidades. Aquí, he encontrado un lugar en el que he podido crecer y prosperar", dijo. La importancia de obtener educación y el apoyo de la comunidad son aspectos que aprecia y que considera como clave para poder avanzar, estabilizarse y encontrar mejores oportunidades laborales como migrante.
Del mismo modo, Luque, enfatiza la seguridad y las oportunidades de crecimiento personal que Estados Unidos le ha ofrecido a ella y a su familia.
"Este país me ha dado la libertad de ser yo misma, por ejemplo, ir al supermercado vestida de cualquier modo y tener la libertad de caminar como quiera, a la hora que sea, con un dispositivo móvil y sepas que no te van a robar y que todos te respeten por igual, no tiene precio", dice. La capacidad de trabajar, estudiar y crecer en un entorno seguro y estable es algo que valora considerablemente, aunque aclara que todo se logra por medio de la perseverancia.
"El sueño americano es trabajo duro; nada se te va a dar gratis aquí. Debes luchar por ello, ser constante y tomar las ofertas laborales que se te presenten con humildad", expresó.
A través de su perseverancia, gratitud y determinación, estos tres hispanos han superado los desafíos de la migración y han construido vidas prósperas en su nuevo hogar. Celebrar el 4 de julio es un recordatorio de la libertad y de las oportunidades que han encontrado en el país. También es un homenaje a la resiliencia y al espíritu de superación que caracteriza a los migrantes hispanos que hacen vida en Estados Unidos.
Al finalizar diariamente cada una de sus jornadas, todos coinciden en una misma cosa: Están en "su lugar feliz" y en la tierra que ahora llaman "Hogar, Dulce Hogar".